jueves, 1 de octubre de 2009

La Banda nos Visita

Ocho árabe-parlantes llegan a Israel y, aunque resulte extraño, no vienen con el deseo de volarle los tuétanos al primer civil que se cruce por su camino. Todo lo contrario: su visita es parte de un acuerdo protocolario que, al parecer, busca hacer menos sangrienta la convivencia entre la cultura árabe e israelí. Vienen a brindar un concierto de música clásica.

Al llegar al aeropuerto notan que, contrario a lo acordado, nadie los recibe. Deciden coger un bus que los dirija a la ciudad del concierto. Pero se equivocan y, en su lugar, se dirigen a un desierto en donde a duras penas habitan personas que puedan hacerles recaer en su error. No hay hotel, no hay buses, no hay cultura musical pero sí una atractiva chica que les brinda ayuda, más de lo que esta banda podría necesitar.

Hasta aquí nada diferente a cualquier enredo hollywoodense. Pero esta no es una película de Hollywood, tampoco de gran presupuesto ni destinado a un gran público. De hecho, por algunas semanas pasó por nuestros cines sin hacer el menor ruido. El argumento es sencillo. No fue eso lo que permitió que La Banda nos Visita pueda pasearse por el festival de Cannes o Munich (por solo citar algunos de los tantos festivales por los que deambuló). La grandeza de este film radica en la capacidad del debutante director, Eran Kolirin, para lograr tantas emociones en 97 minutos (tiempo preciso para una trama que no tiene nada más que ofrecer); y eso lo logra con un tratamiento delicado para cada escena: planos fijos en donde se prioriza la gestualidad de los protagonistas, largos ratos de silencios (incómodos para cualquiera, menos para el espectador) y una caracterización que de tan seria resulta jocosa, sin caer, como corresponde, en el chiste burdo o fácil.

En La Banda nos Visita, el milenario conflicto bélico entre israelíes y árabes, aunque no se lo menciona, es un referente histórico inevitable. Existe un choque de culturas. Sin embargo, Kolirin muestra personajes que, a pesar de las diferencias, logran una relación no sólo manejable sino amena. Es como si nos quisiese decir que la paz, aunque los titulares de todos los días nos digan lo contrario, es posible, incluso entre dos culturas que pelean con armas su derecho a tener la Tierra Santa.

By Arturo Cervantes with No comments

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