Entrevista a Juan Fernando Andrade

Hoy, el diario Expreso (en su edición impresa, no web) sacó un especial denominado "Guayaquil Universitario". ¿La idea? Poner a escribir a estudiantes de Periodismo de ocho universidades diferentes

Dos semanas como reportero del Extra

Cada que cuento que trabajaré en el Extra, alguien intenta asesinarme. Y por cualquier vía. Ya sea llamándome a mi celular, enviándome un mensaje por Twitter o insultándome cara a cara, como Dios manda

¡Los peligrosos deportes inofensivos!

Es una despiadada mentira decir que los deportes mortales son los que te matan. Mi experiencia muy cercana con deportes, aparentemente, inofensivos me lleva a afirmar todo lo contrario

If you are going [...]

Gerry

Cuando terminé de ver esta peli, no sabía si ponerme de pie y aplaudir efusivamente o regalarme (urgente) un fin de semana en un spa

Terminemos el Cuento (2008)

Ya son casi 3 años desde que obtuve el segundo lugar en Terminemos el Cuento: uno de los concursos literarios más importantes del país

sábado, 27 de febrero de 2010

Un abrazo al pueblo chileno






La tierra se cabrea. Se venga de lo mal que la tratan y pega una tremenda sacudida. Chile es la afectada.


Concepción amanece gris. Se convierte en un pueblo fantasmal con muchas tomas aberrantes. Un rompecabezas inacabado. El cuarto de un adolescente desordenado. La gente grita por los que ya no gritan; llora por los que han dejado de hacerlo. Ladrillos esparcidos, vidrios que se encuentran en su milésima expresión, pedazos de madera por todos lados, árboles talados por la Madre Naturaleza. Escombros por doquier.


Carros aplastados, de cabeza, como si Godzilla hubiese pasado su gigantesca mano en ellos. El puente Viejo que cae al río Bío Bío. Y muchos más que se desmoronan, que se parten en dos, o en tres, y que dejan ver sus costuras, sus varillas que hasta hace poco permanecían escondidas. Pavimentos que se abren y que amenazan con tragarse a cualquiera que pase por ahí. La Universidad de Concepción que arde en llamas. Edificios que caen con facilidad, como si se tratase de un descuido de un niño que juega con legos. Gente atrapada en los escombros de muchas de esas edificaciones, como en la Rivera del Bio Bio, donde muchos dan sus últimos gritos, esperando la ayuda que no llega. Aeropuertos destruidos, vuelos que se suspenden.



Los parques y las plazas se convierten en refugios improvisados. Chilenos en las calles, en pijamas, sin agua, sin luz. De pronto, el hambre deja de ser un asunto que compete sólo a los africanos. Y se lo siente en Chile, en un país que es algo así como de lo mejor que tenemos en Sudamérica. Y el saqueo a tiendas y supermercados deja de ser un delito, y se convierte en una necesidad.



Los chirridos de los carros ambulancia se convierten en un himno nacional. Los pocos hospitales que quedaron en pie, colapsan. Decenas de farmacias saqueadas.


La presidenta chilena Bachelet dice que son 88 los muertos. Piñera, el presidente electo, dice que no, que son muchos más, que son 122. Con el pasar de los minutos esas cifras se multiplicarán Y no habrá consensos.


Los números que se lanzan como si sólo fuesen eso: números, y como si no hubiesen personas detrás de ellos. Y familiares. Y amigos… que seguramente maldicen haber nacido en un país ubicado en el llamado “Círculo de fuego”, una de las zonas más sísmicas de la tierra, donde se producen el 80% de los terremotos, maremotos y temblores que se registran a nivel mundial.


En los foros de los diarios virtuales e internacionales, la gente pregunta por sus conocidos: “Busco a mi hermana Johan Andrea Bolaños, que vive en Coquimbo. Por favor, si saben algo escriban a mande19@hotmail.com. ¡Gracias!”; “¡Necesitamos noticias de Carlos Edgardo Rojas Araya! Vive en Chiguayante. Información a: yaryes@gmail.com.”. “Hola, soy de Perú, necesito tener noticias de mi madre Marta Cárdenas Gallardo. Ella vive en Av. Cristobal colon, las condes, en Santiago. Estoy desesperada no logro comunicarme con ella. ¡Ayúdenme, por favor!”. “¡Por favor, estoy tratando de ubicar a mi papá! ¡Él debería haber estado en Chiguayante a la hora del terremoto! Vive en Hualqui Periquillo. Su nombre es José Luis Hernandez. Agradezco cualquier información: ninfa_sativa@hotmail.com.”. La lista es interminable.


Rafael Correa ofrece su ayuda; José Luis Zapatero, también. Y Evo Morales, que convocó a sus ministros a una reunión de emergencia para socorrer a los damnificados. Y Cristina Fernández, que llamó al celular de Bachelet para preguntarle de qué manera la Argentina podía echar una mano. Y Alan García, que se solidariza con el pueblo chileno y declara el lunes 1 de marzo como día de “Duelo Nacional”. Y el mundo entero, que quiere ayudar. Como sea. Pero ayudar. En estos momentos no hay ideologías, todos son hermanos.


PD: A las 15h00 (hora Ecuador), del día sábado 27 de febrero, según la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI), son 147 los fallecidos. Y aún no puedo comunicarme con Katherine, una amiga que desde hace más de un año vive en Santiago.


By Arturo Cervantes with 3 comments

jueves, 18 de febrero de 2010

Paredes: "La realidad puede superar a la ficción"

Ruth Handler –creadora de la universalmente conocida Barbie- ignora que en Ecuador existe una versión humanizada de su célebre invento. Y que su nombre es María Alejandra Paredes Orejuela. Y que sus ojos son color ambarino con pigmentos grises. Y que tiene un cutis casi perfecto, labios rosados y cabello castaño claro y lacio. Y que de niña quiso ser actriz; y que ahora, a sus 26 años, esa etiqueta se antepone a su nombre.

La casa de María Alejandra –donde la entrevisté- es amplia y tiene una piscina con medidas semiolímplicas. Tiene como vecinos a un jardín de infantes, que decora sus instalaciones con todos los colores que le regala el círculo cromático, y a muchas casas disímiles. A pocas cuadras se encuentran una cevichería y una gasolinera. Una puerta exterior -grande, de metal y de color verde militar- funciona como vía de acceso obligado al hogar.

Busco, sin éxito, el timbre de la casa. Decido hacerlo artesanalmente: golpeando con mis nudillos la puerta metálica. Nadie responde. Llamo al celular de María Alejandra. Ella envía inmediatamente a su empleada doméstica, quien me recibe y me hace pasar a un banco de madera situado a orillas de la piscina. La encargada de los trabajos domésticos se retira; Alejandra viene, me saluda muy cortésmente y al instante se va. La empleada de la casa retorna con una bandeja que contiene dos sánduches calientes y un par de limonadas. La empleada se vuelve a ir. Alejandra regresa. La entrevista comienza.


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Alejandra –o “Alejita”, como la llama su mamá- sabe que es gracias a su tía Gesta Paredes que hoy en día gran parte de su tiempo lo pasa sobre las tablas. Cuando tenía 6 años la llevó a un taller de teatro del Banco Central. A las pocas semanas Alejita ya protagonizaba la obra final, ante la mirada atónita de sus padres, quienes, hasta entonces, ignoraban que habían procreado un talento artístico. “Era (sobre) una niña que andaba con unas flores. Una historia infantil. Me pusieron ahí (en el escenario) y yo me acuerdo que hablaba y hablaba todo el tiempo. No me acuerdo mo se llamaba (la obra); pero lo que sí sé es que desde ahí me encanta el teatro”.


Su infancia y su adolescencia transcurrieron con relativa tranquilidad y felicidad. Dado que para Alejandra, estos dos últimos estados del alma sólo son posibles de lograrlos con el teatro, ella siguió inmersa en ese arte escénico. Por esa época, asistió al taller teatral de Roxana Varas, donde protagonizó la obra “Alicia en el País de las Maravillas”. También trabajó con el dramaturgo Antonio Santos en las obras “Se nos muere el amor” (de la autoría de Santos) y en “Goteras” (de José Martínez Queirolo). Todas sus actividades teatrales las alternó con sus cursos de natación y de ballet. Pero al teatro, al menos en su adolescencia, nunca traicionó. Después ingresó a los talleres de Actuación en Arteamérica, dirigido por el director Alejandro Pinto. Y siguió haciendo teatro. Y siguió feliz hasta que se graduó -en un colegio guayaquileño y religioso (La Asunción)- y se vio obligada a decidir entre el teatro y algo, económicamente, menos mezquino. Decidió asegurar su futuro económico: dejó el teatro.


María Alejandra ingresó a la ESPOL a estudiar Diseño y lo intentó. Intentó que le agrede esa carrera y dominar sus manos. Pero no lo logró. “Me mandaban a dibujar –de un día para el otro- como cien posturas diferentes de manos; me mandaban a que haga planos, figuras geométricas. Hice el preuniversitario, lo pasé, pero nunca me gustó el diseño”.


Siguió. Entró a la UEES a estudiar Comunicación Social; luego, ingresó a la misma carrera pero en el ITV. Por ese tiempo, esta guayaquileña trabajó, aunque en condición de practicante, en la Revista Hogar. “Yo hice prácticas en (la revista) Hogar, con Gaby (Gálvez). Ella me veía que yo estaba inquieta, o sea, que yo hacía mis cosas, escribía, ayudaba pero que no me gustaba. Un día me dijo: `Sabes qué, Alejandra, ya no tienes por qué venir. No vengas. ¿Por qué no te dedicas de verdad a la actuación, a lo que te gusta? A ti te gusta, yo sé que eso te gustaría´ Yo le dije que sí. No le dije nada (más), le agradecí, me despedí de todo el mundo y me fui. Y, mira, después de un tiempo, ya la Gaby me ha ido a ver a algunas obras, hice una obra en su casa –El Amante-, ¿cómo es la vida, no?”


Desde ese momento, María Alejandra decidió dedicarse a la actuación. Inclusive el destino jugó de su lado: en el ITV, donde hasta entonces estudiaba Comunicación Social, se abrió la carrera Actuación y Dirección Escénica. “Voy a intentarlo”, se dijo. Y lo intentó: homologó algunas materias de Comunicación y entró a la carrera que siempre supo debía estudiar. ¡Bingo! Alejandra terminó su profesión. Mientras tanto, su carrera actoral iba en ascenso.


En esa época universitaria, Alejandra actuó en muchas actividades en las que se requería su capacidad histriónica: series televisivas, comerciales de TV, cine. Inclusive, incursionó en el modelaje. Pero al teatro, acaso su primer amor, lo había olvidado. Hasta que Gestus –grupo de teatro guayaquileño- rescató a María Alejandra, y con ello, un talento nacional. “Yo lo conocí a Virgilio (Valero, director de Gestus) hace mucho tiempo. Virgilio trabajaba en Ecuavisa y a mí me invitaron a hacer unos comerciales. Ahí nos conocimos, él me dirigió, y nos fue excelente. Después nos volvimos a ver en El hombre de la casa. En esa serie, yo me hice amiga también de Azucena (Mora). Los tres (Azucena, Virgilio y ella) andábamos de arriba para abajo, conversábamos, salíamos a comer. Era una cosa que no nos podíamos separar. Después Virgilio me invitó al grupo. Yo le había dicho a Virgilio: `Virgilio, cuando tú quieras hacer teatro, y creas que yo puedo estar, avísame´. Yo a Virgilio le debo eso, porque él creyó en mí y pude retomar a las tablas gracias a él y su grupo. Un día él me dijo: “Vamos a hacer `Contigo Pan y Cebolla´. Tú eres “Lalita”; Azucena es “Lala”, la mamá; y yo soy Anselmo, el papá” Desde ahí nos fuimos de largo.


Alejandra Paredes junto al grupo Gestus en la obra "Pervertimento"


Contigo Pan y Cebolla -del dramaturgo cubano Héctor Quintero- fue el debut de Alejandra en Gestus. En esa obra hizo el papel de “Lalita”, una joven que no tiene mayores aspiraciones y que sólo sueña con casarse para largarse de su humilde casa. Después vino Pervertimento, una obra muy densa, en donde se critica al teatro y a sus gestores. “Yo la pasé muy mal porque al comienzo no entendía la obra. A Pervertimento no le puedes dar mucha vuelta porque, o si no, no la entiendes. Y eso me estaba pasando, como actriz, me estaba confundiendo mucho tratando de entenderlo todo, cuando debería haber analizado directamente lo que estaba ahí en el texto. Como es cargadísimo de símbolos, tú mismo le das el matiz a lo que quieres decir”.


Algo extraño sucede con Alejandra en estos días. Sus noches ya no son tan placenteras, le es difícil conciliar el sueño. Recientemente se levantó y lo primero que pensó fue: “Dios mío, ¿actué bien el domingo?” A pesar de que los aplausos fueron efusivos, y que luego de la función recibió decenas de felicitaciones, a María Alejandra le perturba la posibilidad de que la obra que recientemente protagonizó –denominada El Amante (del Premio Nobel Harold Pinter)- no haya salido del todo perfecta. “No sé por qué siento eso. Creo que ya son cosas personales, de cada quien”.


La obra El Amante ha sido ubicada, por la crítica, dentro de la corriente de lo Absurdo. Sin embargo, para Alejandra, todo es posible en la realidad y, por esa razón, las acciones que se observan en la obra de Pinter podrían suceder. “La realidad supera a la ficción, supera a cualquier cosa que uno pueda imaginarse. En la realidad todo se puede dar, y en las relaciones de parejas también porque son dos personas que llegan a un acuerdo, son dos personas que se conocen tanto que pueden llegar a decírselo todo. Talvez no haya problema que (eso que se dicen) pueda ser terrible o favorable. Todo es según como ellos lo quieran vivir. Yo no puedo juzgar a ninguna pareja, yo no puedo juzgar los comportamientos porque eso no me compete. En realidad lo que nosotros expusimos en El Amante es una obra un poco densa, un poco fuerte porque marca y hace resaltar todos los parámetros que la sociedad tiene: la mujer de la casa, el hombre que se va a trabajar. Lo más curioso aquí es que cuando el amante (Alejandro Fajardo) la visita a ella (Alejandra Paredes), se pelean. Supuestamente la relación con un amante debería ser la mejor, pero acá no. Acá todo se transgrede, todo se lo invierte. Es más, nos llevamos mejor como marido o mujer que como amantes, pero tenemos que tener este juego del amante, o este cambio de roles ya que son muy necesarios”.


Alejandra Paredes junto con el actor Alejandro Fajardo, en la obra "El amante"


Cree que el teatro ecuatoriano está en pleno auge y que existen muchas ganas del público por ver buen teatro. Para esta joven guayaquileña la comedia es una opción pero no la única. “Tengo amigas y amigos que me dicen: `hay qué chévere, me voy al teatro, me voy a ir a reír.´ El teatro no es solamente comedia. Tú les puedes enseñar al público otras cosas, tú les puedes dar mucho más que eso”


Alejandra –quien sueña con algún día ser una chica Almodóvar- no ignora el hecho de que aún existan dificultades para que el teatro ecuatoriano pueda alcanzar un auténtico desarrollo. “Los teatros tienen una nueva política. Es difícil alquilar una sala de teatro porque resulta caro. (Los teatros) te cobran precios que van de acuerdo a la taquilla. Según cuánta gente vaya tú tienes que pagarles un extra aparte del alquiler por día”.


Toda la trayectoria de María Alejandra, fácilmente, podría caber en el curriculum vitae de una persona que bordea el medio siglo de vida. Ella vive deprisa pues es conciente de que la vida pueda durar menos de lo que tardó en enfriarse los dos sanduches que siguen vírgenes sobre la bandeja. O menos aún de lo que ella se tardó en conquistar al teatro, que es su Ken, su único amor, su todo.


*Crónica escrita el 4 de agosto de 2009


By Arturo Cervantes with 4 comments