Entrevista a Juan Fernando Andrade

Hoy, el diario Expreso (en su edición impresa, no web) sacó un especial denominado "Guayaquil Universitario". ¿La idea? Poner a escribir a estudiantes de Periodismo de ocho universidades diferentes

Dos semanas como reportero del Extra

Cada que cuento que trabajaré en el Extra, alguien intenta asesinarme. Y por cualquier vía. Ya sea llamándome a mi celular, enviándome un mensaje por Twitter o insultándome cara a cara, como Dios manda

¡Los peligrosos deportes inofensivos!

Es una despiadada mentira decir que los deportes mortales son los que te matan. Mi experiencia muy cercana con deportes, aparentemente, inofensivos me lleva a afirmar todo lo contrario

If you are going [...]

Gerry

Cuando terminé de ver esta peli, no sabía si ponerme de pie y aplaudir efusivamente o regalarme (urgente) un fin de semana en un spa

Terminemos el Cuento (2008)

Ya son casi 3 años desde que obtuve el segundo lugar en Terminemos el Cuento: uno de los concursos literarios más importantes del país

domingo, 29 de mayo de 2011

Terminemos el Cuento (2008)

Ya son casi 3 años desde que obtuve el segundo lugar en Terminemos el Cuento: uno de los concursos literarios más importantes del país. Sólo son 3 años, pero, la verdad, siento que diez vidas han transcurrido en ese tiempo.

Fue, digamos, el empujón que necesitaba. La primera vez que me di cuenta que algo escrito por mi pluma podía tener una recompensa económica (un viaje por un crucero en Galápagos, en este caso). La primera vez que dije: “Ok, vivir de lo que se escribe es posible, vamos a intentarlo”.

Y lo intenté.

Hasta entonces, no había publicado ni en la revista de mi barrio. A lo mucho unos cuantos artículos en un periódico escolar.

Tenía 18 años, cargaba un título de bachiller en el brazo y no sabía qué mierda hacer con él. No sabía qué hacer con mi vida. No sabía qué carrera universitaria seguir. Ni hallaba una respuesta para la típica pregunta que todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos formulado: ¿Qué quiero ser de grande?

Quedar en segundo lugar entre 581 trabajos presentados me hizo creer que es posible. Que escribir es mucho más que un buen hobbie. Y, lo más importante, me motivó a dejar mi anterior carrera: Ingeniería Comercial. Porque, me di cuenta, sólo la había escogido porque fue la primera que se me ocurrió. La que estudia todo el mundo cuando no sabe qué estudiar. La abandoné como quien abandona el celular que ya no sirve, y me puse a escribir.

A Terminemos el Cuento le debo todo eso.

Estas son algunas publicaciones de prensa de la época:

http://www.eluniverso.com/2008/10/12/0001/18/BF6B8166DE3F4D63B315874E961D294F.html
http://www.eluniverso.com/2008/10/12/0001/18/BF6B8166DE3F4D63B315874E961D294F.html

Y aquí va el cuento (la primera parte es de Vargas Llosa. El resto, después de la línea divisoria, es mío). Lo leo y no me gusta lo que escribí. Pero de eso mismo se trata la escritura: de ver el pasado con inconformidad para, en un futuro no muy lejano, evolucionar, mejorar, mutar.




El paso de Lucho Gatica por Lima



El paso de Lucho Gatica por Lima fue adjetivado por Pascual en nuestros boletines como "soberbio acontecimiento artístico y gran hit de la radiotelefonía nacional". A mí la broma me costó un cuento, una corbata y una camisa casi nuevas, y dejar plantada a la tía Julia por segunda vez.


Antes de la llegada del cantante de boleros chileno, había visto en los periódicos una proliferación de fotos y de artículos laudatorios ("publicidad no pagada, la que vale más", decía Genaro hijo), pero solo me di cuenta cabal de su fama cuando noté las colas de mujeres, en la calle Belén, esperando pases para la audición. Como el auditorio era pequeño –un centenar de butacas– solo unas pocas pudieron asistir a los programas. La noche del estreno la aglomeración en las puertas de Panamericana fue tal que Pascual y yo tuvimos que subir al altillo por un edificio vecino que compartía la azotea con el nuestro. Hicimos el boletín de las siete y no hubo manera de bajarlo al segundo piso:


–Hay un chuchonal de mujeres tapando la escalera, la puerta y el ascensor –me dijo Pascual–. Traté de pedir permiso pero me creyeron un zampón.


Llamé por teléfono a Genaro hijo y chisporroteaba de felicidad:


—Todavía falta una hora para la audición de Lucho y la gente ya ha parado el tráfico en Belén. Todo el Perú sintoniza en este momento radio Panamericana.

Le pregunté si en vista de lo que ocurría sacrificábamos los boletines de las siete y de las ocho, pero él tenía recursos para todo e inventó que dictáramos las noticias por teléfono a los locutores.


Así lo hicimos y, en los intervalos, Pascual escuchaba, embelesado, la voz de Lucho Gatica en la radio, y yo releía la cuarta versión de mi cuento sobre el senador eunuco, al que había acabado por poner un título de novela de horror: La cara averiada. A las nueve en punto escuchamos el fin del programa, la voz de Martínez Morosini despidiendo a Lucho Gatica y la ovación del público que, esta vez, no era de disco sino real. Diez segundos más tarde sonó el teléfono y oí la voz alarmada de Genaro hijo:


—Bajen como sea, esto se está poniendo color de hormiga.
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La conjunción del tono exasperado de Genaro y el calificativo utilizado para demostrar la seguramente complicada situación en que se encontraba, fue lo que merecieron mi total atención.


La primera vez, que recuerdo haber escuchado de Genaro la adjetivación "color de hormiga", sumado a un alterado tono de voz, fue hace unos cuantos años atrás. Él había chocado el auto de un diputado de izquierda. Eran aquellos días en los que se quería entrar, a paso lento, en épocas dictatoriales. El político, al reconocer el rostro de Genaro, lo había amenazado con cerrar la radio.


En esa ocasión lo escuché decir: "Pasé un susto color de hormiga" y lo soltó con un pesimismo agarrado en su garganta.


Esta vez, aunque no lo podía ver (el teléfono es un artefacto egoísta, que no deja observar gestos ni expresiones), mi imaginación no me impidió el honor de visualizarlo.

Así que cuando recibí su mensaje de alerta, se lo comenté de inmediato a Pascual. Juntos decidimos cumplir "su orden" a la perfección, sin saber aún cómo lo haríamos.


Sabíamos que el primer paso era llegar al lugar de los hechos. Por un momento nos sentimos protagonistas de una novela policial.


Bajamos a la puerta principal y todas esas mujeres presentes (eran aún más de lo que habíamos observado horas antes) seguían ahí.


No recuerdo cómo fue exactamente, ni cuánto tiempo me tardó lograr la titánica misión de llegar al auditorio, lo único que me acuerdo es que Pascual no estuvo dispuesto a ser mi Sancho Panza en esta tarea, y decidió esperar afuera, donde el peligro no acechaba.


Al llegar al lugar de los hechos, Genaro se sorprendió más de verme ahí que al evidenciar lo destrozado de mi piel, de mi corbata, camisa y las hojas de mi cuento del senador que aún no terminaba de corregir. Talvez estaba pagando mi falta de cortesía por haber dejado plantada a la tía Julia y más aún cuando ahora se volvería a repetir el desplante.


-No permiten que Lucho se retire- me dijo, al mismo tiempo que señalaba la bodega que el muy solicitado cantante había escogido como refugio improvisado.


Era la multitud compuesta, en su mayoría, de mujeres, quienes querían –inclusive- quitarle la ropa a Gatica. Había sido el concierto, de esos en los que el artista tiene que pagar su "perfección". A Lucho Gatica, el excesivo romanticismo en sus letras le podía costar acaso la vida.

Sus canciones habían llegado hasta lo más profundo en las mujeres presentes, quienes se encontraban muy excitadas.
Fue menester el uso del ingenio de un señor de rasgos muy definidos, algo de maquillaje, un poco de gel, un terno, una camisa y una corbata, para completar una misión que -para mi desgracia- se cumplió a la perfección.


Cuando salió el apuesto señor, las mujeres reaccionaron de la manera en que, ¡por Dios, todo el mundo sabía!, iban a reaccionar.


No olvidaré jamás el día en que fui desnudado y rasguñado por parte de esa multitud de mujeres desenfrenadas. A mí, el hacer de superhéroe solidario, me costó un mes en la clínica, mientras
Lucho Gatica –con su disfraz de hombre común- salió algunas horas después por la puerta principal, sin ser molestado por nadie.

By Arturo Cervantes with 1 comment

viernes, 6 de mayo de 2011

Creciendo en Gracia: Dios gobierna la tierra

“¡Ya regresó! ¡El Señor está aquí! Murió, resucitó, se volvió a ir y ahora está aquí, de regreso”.
Voz en off que precede a las prédicas de José Luis de Jesús Miranda



Jesucristo es puertorriqueño. Tiene diez fornidos guardaespaldas bajo su poder. Es propietario de Telegracia, un canal de televisión. Vive en una mansión en el sector “Sugar Land”, en Houston, Texas. Cuando viaja en avión, toma asiento en primera clase y pide un whisky escocés. Se pasea por restaurantes, hoteles y casinos lujosos de todo el mundo.

Es, por así decirlo, la versión capitalista y postmodernista del Jesús carpintero de veinte siglos atrás, el que montaba asnos, calzaba sandalias y buscaba cimas altas para predicar. Éste, el nuevo, el que dice que ha regresado y se hace llamar José Luis de Jesús Miranda, viste saco y corbata, carga un Rolex en su muñeca izquierda y transmite su mensaje , vía satélite, todos los domingos en cientos de iglesias de 30 naciones diferentes. Sobretodo de países de habla hispana que simpatizan con su acento de boricua radicado en EEUU. Por cierto, dentro de la lista se encuentra Ecuador. En 1992 se fundó una iglesia en Guayaquil, como todas, denominada “Creciendo en Gracia: el Gobierno de Dios en la tierra”. Actualmente cuenta con más de 500 seguidores en esta ciudad porteña.



***



En rigor, los que han sido marcados con el “666” ya son salvos. Por eso Dean García, de 9 años, previo al consentimiento de sus padres, se dejó marcar debajo de su hombro izquierdo. Esta mañana dominguera exhibe su sello con orgullo peregrino. Estoy en la iglesia ubicada en Clemente Ballén, entre Av. Del Ejército y García Moreno, en el centro de la ciudad.

El sector es conocido por ser un auténtico festín delictivo: muchos de los carros que se estacionan por ahí pagan cara su ingenuidad y son desmembrados. Más adelante, a pocas cuadras, se ofrecen todo tipo de repuestos automotrices en una calle famosa por ofrecer todo tipo de repuestos automotrices. Y a un precio negociable. Si no tienen el repuesto que está buscando, se lo consiguen.

Las puertas exteriores de la iglesia son de vidrio y poseen unas películas oscuras que impiden ver su interior. Se puede apreciar, eso sí, el logo circular de Creciendo en Gracia, con un águila en el medio y los tres “6” que simbolizan a este grupo religioso. El auditorio es largo como una salchicha. Posee dos pisos. En el de abajo, el principal, los adultos se congregan. En el de arriba, los niños, ajenos a todo el escándalo de abajo, a los gritos, a la música chichera, a los bailes, a los videos proyectados, realizan manualidades infantiles con conteZnido religioso.

Algunos de ellos ya están marcados.

Como Dean (9), por ejemplo.

-¿Por qué decidiste sellar tu brazo?

-Mi mami me dijo que eso estaba bien.

-¿Lloraste?

Dean lanza una sonrisa tímida, encoje sus hombros, hace muecas muy propias de quien se aproxima a rebelar un pecado que lo avergüenza, y luego responde con tono pueril: “Sí, lloré. Me dolió mucho”.





Hoy han venido veintiún niños. Han sido separados en dos grupos. En el primero están los comprendidos entre los 2 y los 7 años. En el segundo, infantes de 8 años en adelante.

El tema del día es “El conteo regresivo”. Adepto a Creciendo en Gracia que se respete, ha colgado en su nevera el calendario que cuenta los días para el final (junio de 2012), cuando todo esto que hoy conocemos como tierra se acabará y el cuerpo de José Luis de Jesús Miranda y el de todos sus seguidores marcados se transformarán: se volverán inmortales e incorruptibles. “El Gobierno de Dios en la tierra”, justamente, es eso: Jesús Miranda al poder y todos los demás, los que no hemos sido marcados, seremos sus súbditos. Los que sí lo han hecho, gobernarán con él aquí en la tierra. Una tierra que, según sus promesas, será perfecta: los animales deambularan libremente, no habrá corrupción ni maldad ni enfermedades.
. Así que, ese contenido denso, cargado de simbolismos, capaz de provocar muchos dolores de cabeza para entenderlo del todo, a los niños se les inculca con ingenuos ejercicios de kínder.

Sentada en una silla celeste, Diana, de tres años, colorea o, más bien, garabatea un reloj que simboliza el conteo y que incluye los tres “666”.

-Pinte, mi amor, pinte el “666”- le dice su instructora anciana, de cabello desteñido y orejas alargadas.

Diana obedece y luego, al final, le enseña orgullosa su obra de arte de niña de jardín.




***



Se anuncia la llegada de José Luis de Jesús Miranda en la pantalla. Todos los peregrinos adultos, en un acto automático, se colocan de pié, como si fuesen alumnos de secundaria que se preparan para recibir al único profesor que respetan.

-¡Ya regresó! ¡El señor está aquí! Murió, resucito, se volvió a ir y ahora está
aquí, de regreso-
anuncia una voz en off que, como todas las voces en off, ninguno de nosotros vemos, pero sí sentimos omnipresente tono.

Y de repente aparece el Apóstol. El Padre. El Jesucristo Hombre (JH). El Dios. José Luis de Jesús Miranda. Un primer plano sobre su rostro deja ver sus rasgos más sobresalientes: cejas delgadas poco masculinas y cachetes inflados. Está pasado de peso, al parecer, por llevar una dieta muy a la americana. Observa fijamente a la cámara y, acto seguido, lanza un saludo similar al dado por los militares: dos de sus dedos chocan en su frente.





Sólo basta verlo en la pantalla para que sus seguidores se retuercen, den vueltas, griten “Haba Padre” (Aleluya Padre), “¡Ya llegó!”, “¡Aquí está!”. Y eso, así, a ese ritmo, con la misma intensidad, todos los domingos, a las 10h00, en este mismo lugar.
. José Luis de Jesús Miranda al ataque, sentado en un sillón acolchonado.“Digan: ‘Hoy es un buen día’

-Hoy es un buen día-
repite todo su rebaño guayaquileño sentado en sillas plásticas incómodas.

Hasta hace dos años, José Luis de Jesús Miranda se daba el trabajo de visitar a todos sus seguidores y ganar adeptos. A Ecuador vino en seis ocasiones. En esos viajes conquistó, según Diógenes Barros, líder principal de esta iglesia en Guayaquil y evangélico retirado, alrededor de 6000 cabezas ecuatorianas. Actualmente existen iglesias en Quito, Otavalo, Machala, Esmeraldas, Durán, Portoviejo, Manta, Ambato, Quevedo y en otras quince localidades ecuatorianas.

Hoy en día, Jesucristo Hombre se ha refugiado en esta globalización que lo puede todo y predica desde la comodidad de su sede en Houston. 287 radios en todo el mundo transmiten sus prédicas y el canal del cual es propietario, Telegracia, se encarga de repartir sus palabras domingueras pre-grabadas. Sólo él y nadie más que él está autorizado para predicar.

No existe una estadística certera de cuántos fieles tiene en el mundo. Pero recientemente, en un viaje por Honduras, él mismo se atrevió a lanzar un número: 100 000. Y si lo dice dios, por algo ha de ser. Lo dijo en una rueda de prensa en la que sacó de su bolsillo el mismo discurso que lleva a todos lados: que el Vaticano es una farsa, que no existe el pecado ni el infierno ni Satanás ni los milagros ni los santos. “Advertí en la Biblia que vendría como ladrón en la noche y llegué como ladrón en la noche”, suele repetir a menudo.




***



Oficialmente, el encargado de realizar los tatuajes en Guayaquil es Richard Quimí. Ante él se han recostado más de 80 cuerpos, ofreciendo sus espaldas, brazos, manos, frentes, pechos y hasta sus nalgas para ser marcadas con los tres “6” (“El sello de la prosperidad y la seguridad”) o con el “SSS” (Salvo Siempre Salvo) o, simplemente, con el rostro humano de su dios. Tiene 25 años y estudió en el colegio Bellas Artes, donde aprendió a dibujar.

Todo eso me lo cuenta en pleno culto, mientras Jesucristo Hombre predica. Richard está sentado a mi lado izquierdo. Frente a nosotros, una chica con trenzas exhibe su espalda descubierta y tan sólo adornada con dos tatuajes: un pequeño “666” irregular y el célebre símbolo Play Boy que habla de su pasado, seguramente, no religioso.






Llegó la hora del baile. Esto es reggaetón. Y del sucio. Pasos fuertes, rápidos, izquierda y derecha, hasta abajo, con todo. La iglesia entera se mueve a un solo ritmo, como si todo esto fuese un guión cinematográfico preparado con mucha anticipación.

“Jesucristo Hombre en la tierra está/ Diablo, muerte y pecado no existen más/Con bandera de gracia el mundo gobernará”, se escucha con un “flow” potente y rimado.
. Tanto movimiento provoca que el sombrero de campo de un hombre relleno, caiga. En él lleva impresa las siglas JH y los tres “666” color rosado. Su vestimenta es blanca de pies a cabezas. Camisa blanca, pantalón blanco, sombrero blanco. Se trata de Ramón Conformes (51), oriundo de Paján, Manabí, tierra agrícola por excelencia.

Luego viene la despedida del dios hecho hombre, el Cristo que, por tener algunos juicios en su contra y dedos que lo señalan como Anticristo, últimamente permanece escondido y tan sólo se deja ver en la pantalla. Con sus anteojos puestos que acreditan sus próximamente 64 años de vida -el 22 de abril de este año, fecha en la que sus seguidores celebrarán lo que para ellos es una suerte de navidad- lee los últimos versículos de esta mañana y luego sentencia: “Los declaro santos, reinando en vida. ¡Hasta una próxima reunión!”. La cámara lo sorprende llevándose un pañuelo blanco a la nariz. Dios amaneció con gripe.

*Crónica publicada en la revista Diners, edición #348, mayo/2011. Fotos: Amaury Martínez.

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