miércoles, 14 de julio de 2010

Five ways to Dario


Darío Aguirre googlea su nombre y apellido, y se da cuenta que no es el único. Cientos de personas, disperdigadas por el planeta Tierra, también se identifican así. Decide escribirles un mail a unos cuantos. Sólo le responden cinco. Promete visitarlos, y ese tan sólo es el inicio de un memorable “tour homónimo”.

Darío, director y protagonista del documental, tiene 30 años. Lo que llevó a este cineasta ecuatoriano a buscar personas con su nombre y apellido –a través del buscador virtual más famoso del mundo- fue una crisis de identidad. No sabía quién era ni para qué vivía. “¿Es sólo una inseguridad mía o un problema de nuestros tiempos?”, se pregunta al inicio del filme. A esa duda existencial se sumó el hecho de ser un emigrante en Alemania. Extranjero donde quiera que vaya, incluso en su país natal (cada vez que regresaba al Ecuador, se sentía más distante, más desconocido). Desde los veinte años se radicó en Hamburgo para continuar la relación con una alemana que estuvo de paso por el país. Luego de cinco años, se separaron. Y Darío decidió seguir en Europa, pero sólo para demostrarse que lo podía lograr sin ella.

El “tour homónimo” es sólo un paréntesis en su vida. Un experimento de dos meses para conocer cinco tocayos. Se lanza a la aventura: traza en un mapa los recorridos. Son dos países y cinco ciudades. La primera parada es México City. Ahí conoce al primer Darío Aguirre (un psicólogo de voz gruesa y bigote a lo mero mero macho). El siguiente destino es Buenos Aires, donde descubre a otro homónimo: un taxista jubilado que se niega a abandonar su oficio. Luego vendrá Comodoro Rivadavia, una población argentina conocida como “La capital nacional del petróleo”, donde vive un Darío Aguirre dedicado a la milicia. El viaje continúa en Arroyito, localidad gaucha donde un tocayo suyo se desvela todas las noches como guardia de seguridad. Y, por último, en Río Grande, un joven Darío Aguirre tiene un sueño muy argentino, ser un futbolista profesional.

La idea central de la película sirve de enganche. Es original, es atractiva. Darío Aguirre se involucra con sus homónimos, realiza sus actividades, se coloca en sus zapatos. Por momentos, el hilo conductor del documental decae, y eso ocurre cuando se topa con algún Darío Aguirre poco atractivo. En momentos que se espera que otro elemento cinematográfico sostenga el interés por la historia, esto no se da del todo. El soundtrack de la película, por ejemplo, no está a la altura. Largos ratos de silencios incómodos pudieron haber sido musicalizados. No obstante, existe una delicada selección de planos por parte del director.

Darío arriesga su pellejo al contar su vida, es decir, la de un ser anónimo. ¿Qué tanto podría interesar al público la historia de un completo desconocido? Seguramente él nunca se planteó esa pregunta. Tampoco creo que le interese saberlo. Lo suyo es cine como acto catártico, como medio testimonial, de revelación. Sabiendo, de antemano, que su película jamás probaría el éxito taquillero, aprovechó un momento delirante de su vida para hacer cine. “Un viaje en busca de identidad”, podría ser un tagline ideal para esta película. Un viaje que, fácil, podría constar en un diario personal, él decidió llevarlo a la pantalla grande. Y eso es para sacarse el sombrero.

*Esta crítica la publiqué en la tercera edición de la revista de cine Fotograma.

By Arturo Cervantes with No comments

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