Te levantas de la cama, luego de hacer caso omiso a los tres primeros llamados de tu alarma. Te alistas para ir a la universidad. Te das cuenta que tu reloj tiene deseos de llevarte la contra. Te apresuras. Es lunes, muy pocas cosas buenas ocurren un día como ese, por lo que consideras un logro el solo hecho de haber llegado a tiempo a tu clase de Literatura Contemporánea. Tu profesora entra al aula, anda con buen ánimo. Casi de improvisto, la escuchas hablar de una novela a la que califica como “desgarradora” y “pequeña joya”. Consume toda la hora introduciendo datos del autor, algo del contexto histórico y pequeños abrebocas sobre la trama. De repente, tu maestra cambia su rostro efusivo y amenaza con un control de lectura para la siguiente clase. La dosis suministrada surge el efecto deseado: luego de terminada la hora, corres -en el sentido literal de la palabra- a una librería a comprar Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, del escritor colombiano Efraim Medina Reyes. Lees las primeras páginas, el estilo experimental de la novela te atrae. Sigues leyendo: mientras caminas, mientras comes papas fritas y das sorbos a una Coca Cola en lata, mientras vas al baño, mientras alimentas a tu perro, mientras agarras de la mano a tu pelada. Cuando te detienes, cuando dejas de leer, te das cuenta que ya es demasiado tarde: has desgastado, en menos de un día y casi de un tirón, toda la novela.
Érase una vez el amor pero tuve que matarlo se nutre de rabia. Esta novela está compuesta por historias que bien podrían ser leídas por separado. La razón es simple: están escritas a manera de diario y son sucesos que suceden en fechas que distan, en ocasiones, por más de diez años. Sin embargo, Medina Reyes ha sabido cómo conjugarlo todo para tratar temas propios de toda urbanidad. Y de toda juventud: sexo, alcohol, amor y drogas. De ahí que esta, su última novela urbana, tenga mucho de esos temas ineludibles.
Efraim Medina Reyes, escritor nacido en Cartagena de Indias en 1967
Esta obra de Medina Reyes está escrito de una manera experimental, con un lenguaje poco trabajado pero directo y de una manera que siempre despertará polémica. De su literatura, inclusive, se ha dicho que es una “urbanidad de carroña”. Cierto o no, lo único seguro de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo es que no está hecho para ser un clásico de la literatura; ni su autor para ser un candidato al Premio Nobel. A Medina Reyes parece no importarle cuánto lo carcoma la crítica por sus imperfecciones narrativas que él tanto defiende. Imperfecciones que, sin embargo, muestran de una manera terriblemente cierta la realidad circundante. La realidad que todos conocemos pero que otros quieren obviar porque no es "digna" de la literatura. Medina Reyes es de los pocos escritores que todavía piensan en la literatura como acto catártico. Y yo de los pocos lectores que aún piensan en los libros como acto hedonista.